Tiempo en pantalla dentro de las escuelas: el debate necesita un nuevo enfoque

A medida que la inteligencia artificial y las herramientas digitales continúan evolucionando dentro del aula, tanto educadores como padres se enfrentan a una pregunta fundamental: ¿cuánto tiempo frente a la pantalla es demasiado?

Sin embargo, la respuesta puede no estar en la cantidad de tiempo frente a la pantalla, sino en su calidad. Un número creciente de educadores, investigadores y redes escolares está pidiendo un cambio de enfoque: pasar de hablar de “tiempo de pantalla” a “valor de pantalla”.

Esta perspectiva es respaldada por la Red de Expertos sobre la Dimensión Social de la Educación y la Formación (NESET), una red asesora creada por la Comisión Europea para ofrecer información basada en evidencia sobre las dimensiones sociales de la educación. En su informe de 2025, NESET enfatiza que el uso educativo de las pantallas se asocia de manera constante con resultados académicos positivos, mientras que el uso pasivo o orientado al entretenimiento —especialmente redes sociales y televisión— suele estar vinculado a un menor desempeño. La conclusión es clara: centrarse únicamente en limitar el tiempo frente a pantallas pasa por alto la cuestión más matizada y productiva del valor de la pantalla: qué están haciendo los jóvenes con sus pantallas y cómo pueden las escuelas y familias apoyar un uso de mayor valor.

En otras palabras, no todo uso de pantalla es igual, y comprender cómo se utiliza la tecnología, en lugar de cuánto se utiliza, es clave para lograr resultados de aprendizaje significativos y apoyar el bienestar estudiantil.

Las limitaciones del tiempo de pantalla como métrica

El auge del aprendizaje digital, acelerado durante y después de la pandemia, llevó a un aumento significativo en la exposición de los niños a las pantallas, más del 50 % entre 2020 y 2022. Este incremento generó preocupaciones sobre la reducción de la capacidad de atención, alteraciones en los patrones de sueño y disminución de la actividad física.

Sin embargo, muchos expertos argumentan ahora que el tiempo de pantalla es una medida demasiado simplista para evaluar riesgos o beneficios educativos. Como destaca el informe de NESET de la Comisión Europea, el uso pasivo de pantallas, como ver videos o navegar sin un propósito estructurado, ofrece pocos beneficios educativos. En cambio, las herramientas digitales bien diseñadas, cuando se utilizan con un propósito claro, pueden mejorar la diferenciación, acelerar la retroalimentación y optimizar los resultados de aprendizaje.

Por lo tanto, la verdadera pregunta no es solo cuántas horas pasan los estudiantes frente a las pantallas, sino si esas horas contribuyen a un aprendizaje significativo.

Una conversación más matizada

“Los padres tienen razón al preguntar sobre el uso de pantallas”, dice Emily Porter, directora de Aprendizaje de International Schools Partnership (ISP). “No se trata solo de tiempo frente a la pantalla frente a ‘valor de pantalla’, sino de hacer que el tiempo frente a la pantalla sea valioso. Padres y educadores necesitan apoyo para establecer límites saludables en casa y esperar un uso intencional de la tecnología en la escuela. La tecnología inunda todos los aspectos de nuestra vida y navegarla es complicado. Escuelas y familias deben trabajar juntas para apoyar a los niños; es una conversación que todos debemos tener”.

ISP ha introducido el término “valor de pantalla” para cambiar la conversación de cuánto tiempo pasan los estudiantes frente a pantallas a cómo se utiliza ese tiempo de manera significativa. Esto no se trata de justificar el uso de pantallas, sino de redefinirlo.

Porter forma parte de un número creciente de líderes educativos que piden un enfoque más informado y basado en evidencia para el aprendizaje digital. El grupo escolar, que opera más de 100 escuelas en 25 países, ha desarrollado el principio de “valor de pantalla” como parte clave de su estrategia de tecnología educativa, priorizando la calidad de la interacción y no solo la cantidad de uso.

Su modelo replantea el debate digital. En lugar de aumentar el tiempo frente a la pantalla como sustituto de la innovación, las escuelas integran nuevas herramientas únicamente cuando estas demuestran mejorar el aprendizaje de los estudiantes, la efectividad docente o la experiencia en el aula.

“El objetivo”, dice Porter, “no es rechazar la tecnología ni abrazarla ciegamente, sino comprender realmente su valor. En un entorno complejo y de rápido cambio, estamos ayudando a escuelas, docentes y familias a navegar con propósito, respaldados por evidencia, no por suposiciones”.

Medir lo que importa

En el corazón del enfoque de ISP está un modelo de prueba basado en investigación. A través de su iniciativa LabSchools, un grupo de escuelas piloto seleccionadas en diversas regiones, se evalúan herramientas de IA y EdTech en contextos reales de aula antes de implementarlas en toda la red escolar.

Este enfoque basado en evidencia permite al grupo recopilar datos reales sobre lo que funciona efectivamente, no solo en teoría, sino en la práctica. Solo se consideran para un uso más amplio aquellas herramientas que se alinean con el marco de aprendizaje de ISP, Learning.First TM, y que demuestran mejorar los resultados estudiantiles.

“No se trata de lanzar tecnología a los docentes y esperar que funcione”, dice Steve Brown, CEO del grupo ISP. “Se trata de encontrar lo que realmente funciona, probarlo rigurosamente y dar a los docentes la confianza, el conocimiento y las habilidades para usarlo de manera significativa”.

Uno de los fallos comunes en la implementación de EdTech ha sido la falta de preparación y participación docente. Según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), muchos educadores a nivel global se sienten poco preparados para diseñar y ofrecer aprendizaje digital de manera efectiva.

ISP ha colocado el desarrollo y la participación de los docentes en el centro de su estrategia digital. Más de 10,000 educadores de su red global han recibido formación específica en IA, con un 92 % ya certificado. El objetivo es garantizar que la tecnología apoye, y no reemplace, la enseñanza en el aula.

“Siempre hemos sabido que los docentes son los verdaderos motores de la innovación”, dice Porter, “por eso en ISP también son nuestros co-diseñadores. En nuestras Lab Schools, trabajamos junto a ellos para diseñar el desarrollo profesional, probar herramientas en aulas reales y entender qué funciona realmente. Empoderar a 10,000 docentes y líderes para navegar este momento no es tarea de una sola persona; pero juntos podemos amplificar su impacto, apoyar su crecimiento y desbloquear el verdadero valor de la IA en la educación”.

Esta filosofía está integrada en las herramientas adoptadas y desarrolladas por el grupo escolar. La planificación de clases con IA, la retroalimentación adaptativa y el seguimiento del progreso en tiempo real están diseñados no para aumentar el tiempo de pantalla, sino para mejorar su valor, reducir la carga administrativa y permitir que los docentes tengan más tiempo para interactuar directamente con los estudiantes. Crucialmente, esto también significa más espacio para el cuidado pastoral y la atención individualizada, una prioridad para los padres que quieren asegurarse de que el bienestar y la salud mental estén al frente en un aula con tecnología.

El futuro de las pantallas en la educación

Lo que surge es una visión diferente del aula digital. No se trata de un aula dominada por dispositivos, sino de una en la que la tecnología se utiliza de manera selectiva, con propósito y con un impacto medible.

“La IA puede elevar la enseñanza de calidad”, dice Brown, “pero solo cuando se usa con cuidado, propósito y un enfoque claro en el ‘valor de pantalla’. No se trata del tiempo frente a la pantalla, sino de la calidad del aprendizaje que permite”.

Para líderes escolares, responsables de políticas y padres, la conclusión es clara: el debate sobre el tiempo frente a pantallas debe evolucionar. En lugar de preguntar cuánto es demasiado, la pregunta más urgente es si cada momento frente a la tecnología aporta un verdadero valor de aprendizaje.

A medida que más escuelas buscan adoptar IA y herramientas digitales, el desafío no está en limitar arbitrariamente el tiempo frente a pantallas, sino en definir cómo es realmente un tiempo de pantalla efectivo: un tiempo que aporte valor medible, apoye el bienestar estudiantil y genere resultados sólidos de aprendizaje.

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